La memoria afectiva en Estampas tacneñas Los años 30
Por Gabriela Caballero Delgado
El público se puso de pie mientras iban
aplaudiendo rítmicamente. Sus voces se unieron a la de los actores y un solo
coro que pregonaba la fraternidad fue extendiéndose por cada espacio del teatro
municipal. Pero eso sucedería mucho después de que Luis Cavagnaro Orellana
—autor y director de la revista musical Estampas
tacneñas Los años 30— presentara la última estampa de la noche y apoyando
un brazo sobre el piano, dijera: “la auténtica felicidad es la que se consigue
a través del apoyo mutuo”. De eso se trataba todo, de un himno a la
solidaridad. Luego ladearía la cabeza, perdiéndose su mirada más allá del
público que lo observa. Entonces por unos segundos, solo unos segundos, Luis
Cavagnaro ya no estaría allí; se fue remontando a escenarios distintos y otras imágenes acudieron veloces a su mente
en tanto repetía para alguien, para sí mismo, para todos: “la indiferencia… la indiferencia…”.
Estampas
tacneñas Los años 30
es una invitación a la nostalgia. Dividida en tres estampas: “En la vieja
recova”, “Una kermesse” y “En la Boca del río”.
Iluminado, de mirada y palabras cargadas de
ternura, evadiéndose a veces hacia su propio mundo, dirigiéndose a los
asistentes, reclinándose en el piano cuya música acompañará después cada
escena: será así como Lucho Cavagnaro presentará cada estampa, contextualizando
las escenas que se desarrollan dentro. Contará de cuando era niño y acompañaba
a sus tías Milita y Catalina. Hablará
del tiempo de la ocupación chilena. Cuando los jóvenes que alcanzaban los
dieciocho años debían abandonar Tacna para no servir en el ejército de un país
que no era el suyo. Cuando agraciadas señoritas tacneñas optaban por la
soltería antes de casarse con cualquier oficial del ejército invasor, o acudían
al andén del tren aguardando el regreso de los amados... Y será así como cada
persona verá los paisajes que poblaron la infancia de este creador y escucharán
la historia de sus personajes, reconociendo en ellos sus propias historias. Así
será.
“¿Cuál es el corazón de un pueblo?”, pregunta
Cavagnaro. “Sus mercados”, se responde. La Recova era un antiguo mercado
situado en la avenida Bolognesi, un incendio y la modernidad quisieron que se
derrumbaran sus piedras de cantería y se levanten muros de cemento. Ese será el
escenario de la primera estampa donde se comenta el alza de los precios y las
noticias del periódico local, donde dos vendedores ofrecen piedra de lagarto y
cebo de culebra, respectivamente; donde una simpática criada observa con
asombro tanto alboroto.
—La gente creía que los lagartos tenían una
piedra en la boca; la cual retiraban y colocaban a su costado cada vez que iban
a beber en alguna fuente. Era entonces cuando alguien, que había estado
observando oculto, aprovechaba la distracción del lagarto, salía, lo empujaba y
tomaba la piedra echándose a correr. Aquellas piedras verdes se vendían y la
gente las compraba creyendo que con ellas mejorarían su suerte en el amor. Y el
cebo de culebra era la panacea: lo curaba todo.
Son dos las escenas profundamente emotivas en
esta primera estampa: “Tango de la viejita” y “Tierna elegía para una artista”,
con las cuales el autor brinda homenaje a dos mujeres que dejaron profunda
huella en su pasado. La viejita había sido en su juventud una orgullosa y
adinerada muchacha de origen irlandés, pretendida por los mejores hombres de
Tacna; sin embargo, ella no los consideraba a su altura, por lo tanto se negaba
a aceptar aquellas propuestas de matrimonio. El tiempo pasó y un día descubrió
que estaba sola, había envejecido y la crisis iba dejándola en la miseria. Fue
cuando decidió rematar sus muebles, sus vestidos, sus joyas...

La otra dama era Leontina Laura Marín; sus
mariposas en el cabello parecían anticipar algún personaje de las obras de
García Márquez. Fue discípula del pintor Alberto Zeballos. Tocaba el piano,
cantaba. Mientras una pareja baila delicadamente al fondo del escenario, la voz
de Cecibel Castrejón va perfilando a la antigua dama: “Una mariposa prendida en
tu pelo / jugaba una niña en tu corazón / fue tu pasar danza que adornó el
camino / altivez de reina, voz de ruiseñor.”.
—Ni el bolero, ni el rock, ni el mambo han
tenido tanta efervescencia como el charlestón —había dicho el autor al
presentar la segunda estampa. Y como no podía dejar a un lado el piano que
tocaba animadamente para subir al escenario con los bailarines, se conformó con
mirarlos danzar desde abajo, alegre y ansioso como un niño, dando brincos en la
banca, haciendo bailar sus dedos sobre las teclas. Ya meneando la cabeza y los
hombros de un lado a otro; ya cantando a viva voz con los actores y coros. Así
fue como bajó el telón y se acabó la segunda estampa.
En 1963, el asfaltado de la carretera que va de
la ciudad al litoral tacneño, se constituyó en un punto de quiebre que dividió
en dos la vida de los veraneantes. Antes había sido para ellos un tiempo de
dicha. El trabajo colectivo en la construcción de los ranchos con totora y
caña, los juegos compartidos, la práctica permanente de la solidaridad los
hacía parte de un grupo humano fraterno. Después vendría el cemento y con él,
la competencia insana y el afán de ostentación, el individualismo y la
desconfianza.
—Yo he tomado esta tercera estampa como una
metáfora de hermandad, para valorar el espíritu que se vivía en la playa, donde
no había ni ricos ni pobres. La playa era eso: solidaridad.
Finalmente, había que dejarse encantar con el
juego de chicos y chicas en las playas de Boca del Río, con el ejercicio
humorístico de los forzudos y el canto que pregona la verdadera felicidad.
Debía cerrarse el círculo para comprender el sentido de esta revista musical,
declarada Patrimonio Cultural de Tacna: la rememoración de un pasado solidario
que pertenece a todos. Y quizá el mensaje haya sido asumido completamente; de
allí que levantándose de sus asientos, el público aplaudía, cantaba y luego
estrechaba la mano de los actores, recordando que el saludo es la forma más
elemental de humanidad. Afuera, la niebla iba dejando caer su manto helado
sobre la ciudad. Los hombres para defenderse de ella al salir del teatro,
deberán aferrarse a la memoria afectiva de este cálido espectáculo que Luis
Cavagnaro Orellana y su grupo han ofrecido, gratuitamente, por el aniversario
de Tacna.
Tacna, 17 de agosto de 2013
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